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Qué nos hace sentir infelices

12 de junio de 2017
Qué nos hace infelices

“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron” (Michel de Montaigne)

La felicidad y el malestar, como la vida y la muerte, han sido los motores del pensamiento filosófico humano desde la antigüedad hasta nuestros días. Para descubrir las razones que explican la infelicidad de la gente y los motivos de su sufrimiento psicológico se requiere que previamente nos fijemos en lo que entendemos por felicidad, un concepto complicado de definir.

Las condiciones propicias para la felicidad son diferentes en cada persona, en cada sociedad y en cada momento histórico. Comúnmente solemos atribuir nuestra infelicidad a circunstancias como la muerte, la enfermedad, el desamor, la privación de riqueza, la pérdida de ilusión o la sensación de vivir a medias... Simultáneamente, tendemos a confundir la felicidad con el placer y la satisfacción que nos proporciona el consumo de bienes materiales: “La felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...", según la conocida frase de Groucho Marx con la que nos resulta fácil identificarnos. Sin embargo, las conclusiones de los estudios demoscópicos sobre la felicidad nos dicen que no está relacionada con lo que hacemos ni con lo que poseemos. Por otra parte, también se observa que los medios en los que pensamos para conseguir la felicidad son variables, como refrendan los sucesivos datos anuales del Informe de la Felicidad realizado con la colaboración de los expertos Eduardo Punset y Carmelo Vázquez, catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid: la gran prioridad de los españoles en el año 2013 –en plena crisis económica– fue el dinero; seis años antes, cuando se elaboró el primer estudio al respecto, la mayoría de los encuestados estaban de acuerdo en que para ser feliz, lo único que necesitaban era salud.

Aunque la felicidad y la satisfacción vital son subjetivas, sí podemos afirmar, en cambio, que la infelicidad y la insatisfacción están en relación con determinadas formas de pensar, sentir y actuar. Los motivos que nos pueden llevar a hacernos sufrir psicológicamente y consiguientemente a ser infelices son incontables, como es infinita la capacidad de las personas para hacerse infeliz: nos comparamos con los demás, criticamos, juzgamos, anhelamos un futuro quimérico o recordamos un pasado que nos hace sentir irremediablemente mal en lugar conformarse con las cosas buenas mientas duran y no sufrir cuando se terminan, codiciamos bienes, deseamos la aprobación constante de los demás, estamos insatisfechos con nuestra pareja, amargados en nuestro trabajo, descontentos del jefe, del sueldo…, imaginamos todo tipo de miedos y peligros, nos sentimos ofendidos en nuestros sentimientos por personas que no nos importan, pretendemos que las circunstancias se adapten a nuestros deseos… En general tendemos a dejarnos llevar por lo que parecería una programación innata en nuestra mente que se inclina más fácilmente hacia la infelicidad que hacia la felicidad. Así, como escribe Eduardo Punset, “a la mayoría de las personas no les importa el crecimiento del producto nacional bruto, sino lo que gana de más el vecino”.

A pesar de la naturaleza compleja de la felicidad, en los últimos años se han desarrollado teorías sólidas y métodos de medida fiables que nos permiten responder de modo eficaz sobre las condiciones que hacen feliz a la gente y lo que hace más dichosa a una sociedad. Paralelamente, se ha llegado a un amplio consenso al identificar los aspectos más significativos que se interponen en la búsqueda individual de la felicidad. La mayoría de autores destacan que el origen de nuestra infelicidad  está en los pensamientos irracionales debido a que los mismos son los causantes de nuestras emociones negativas. Y, de entre todos los pensamientos irracionales, ninguno más poderoso que el miedo: vivir con miedo es la raíz de la infelicidad y el mayor obstáculo que se interpone a la felicidad. Por esto los expertos coinciden en afirmar que el mayor infortunio está dentro de nosotros mismos.

Las estrategias de desaceleración de la infelicidad señaladas por los especialistas son sencillas: desarrollar la capacidad de poner límites a los deseos, no compararse con los demás, controlar la pulsión por quererlo todo y quererlo ahora, contener el anhelo por la novedad –que nunca lo es durante mucho tiempo y siempre es reemplazada de forma inmediata por una nueva novedad–, son reglas básicas que debemos poner en práctica. También es importante aceptar que la felicidad no equivale al hedonismo, a la presencia de placer y a la ausencia de dolor, porque –como expresa Mario Benedetti–, «la gente acaba por lo general sintiéndose desgraciada nada más que por haber creído que la felicidad era una permanente sensación de indefinible bienestar, de gozoso éxtasis, de festival perpetuo». El epílogo no lo proporciona el nobel de literatura Mario Vargas Llosa: «Nadie que no sea un tonto es feliz siempre».

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