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La negatividad como actitud

06 de agosto de 2021
Negatividad como actitud

Para algunas personas, es el motor que les impulsa a no desfallecer ante las dificultades, afrontar los problemas del día a día, mantener la ilusión en el futuro; en cambio, también hay quienes están llenos de negativismo y son adictos a verlo todo desde el punto de vista desfavorable, personas crónicamente enfadadas, irritables o impacientes, que siempre están quejándose y lamentándose, que tienen constantemente presente desgracias posibles, situaciones desafortunadas,  desenlaces negativos, que sienten que todo val y que va a ir a peor, personas con una perspectiva derrotista de las experiencias pasadas.

Las personas inclinadas al pesimismo tienden a acumular lo negativo de los recuerdos. “Constantemente y ante cualquier situación –refiere la psiquiatra Marian Rojas Estapé– manifiestan una negativa visceral, automatizada e irracional, siendo incapaces de ver o percibir lo positivo o incluso lo meramente neutro. Su visión de la realidad está desequilibrada hacia la negación. La queja y el lamento son ingredientes constantes de su discurso”.

Aunque el planteamiento pesimista y negativo de la existencia ha primado durante siglos en la filosofía europea (los espíritus más inteligentes, los más delicados, tendrían una mayor aptitud para sufrir), las investigaciones en neurociencia han permitido establecer una perspectiva muy diferente al conocer los mecanismos que regulan el estado de ánimo.

El cerebro –nos dicen la ciencia– es el órgano que se encuentra detrás de todas nuestras emociones. El sistema límbico es la parte de nuestro cerebro donde se forman nuestras emociones y nuestros sentimientos, el centro de la vinculación afectiva y del estado anímico, donde almacenamos todos los buenos y malos recuerdos y se procesan las distintas emociones (pena, angustia, alegría, tristeza, miedo…), además de modular nuestra agresividad, el hambre, el instinto sexual, el sueño y muchas otras funciones primarias para la supervivencia.

Existe una conexión entre el tono positivo o negativo de lo que sentimos y lo que pensamos: cada pensamiento tiene un impacto directo sobre el cerebro y el organismo pero, al mismo tiempo, las zonas del cerebro encargadas de elaborar las emociones también modulan las neuronas encargadas de razonar.
Cuando tenemos un pensamiento negativo se ve afectado el sistema límbico, provocando sentimientos de irritabilidad, inestabilidad en el ánimo, negatividad e inclusive depresión, que es una forma de pesimismo patológico que nos impregna de negatividad y de remordimientos sin bases reales, oscurece nuestra perspectiva de la vida y nos colma de odio hacia nosotros mismos. (Luis Rojas–Marcos)

Las personas en quienes impera la negatividad como actitud con el tiempo interiorizan y asimilan estas actitudes negativas y desarrollan un patrón patológico que les impide ver el lado positivo de las cosas, viviendo en constante angustia y sufrimiento.

Ese proceso tóxico desencadena sentimientos pesimistas, de angustia, miedos y sufrimiento, sentimientos de inutilidad, exceso de autocrítica, disminución del grado de autoestima. Al mismo tiempo, la actitud negativa altera la relación con los demás: provoca un daño emocional no solo al sujeto, sino también a las personas más próximas. Asimismo, las emociones afectan a la salud y a otros campos de actuación del ser humano, como la concentración o el aprendizaje.

El origen de la negatividad está relacionado con el complejo funcionamiento del sistema límbico, que se basa en dos factores: su propia constitución, determinada por causas genéticas, y la influencia de factores ambientales. Así, traumas no resueltos, el sufrimiento de algo no superado, decepciones grandes, no haberse sentido aceptado en la etapa de desarrollo, influencia de la educación recibida, aprendizaje observacional o por imitación de los padres, pueden estar en el origen de esta situación.

Qué se puede hacer
Si cambiamos la forma de ver las cosas, las cosas que vemos cambian de forma. Aprender a reconducir nuestro cerebro es la condición para aprender a cambiar la actitud de negatividad. A través de la terapia se pueden trabajar los cambios que activan los mecanismos cerebrales del malestar. Un esquema de cómo hacerlo (siguiendo el modelo de la psiquiatra Marian Rojas Estapé) es seguir los siguientes pasos:

  • Identificar los pensamientos que tenemos.
  • Tomar conciencia de cómo influyen en nuestro organismo un pensamiento tóxico o dañino (taquicardias, sudoración, dolor de cabeza, molestias gastrointestinales, contracturas musculares…)
  • Cuestionar los pensamientos, admitiendo que esos pensamientos no siempre dicen la verdad: pudieran ser correctos pero en ocasiones también nos engañan y muchas veces nuestra mente nos juega malas pasadas: exageramos, generalizamos, sacamos conclusiones ilógicas…
  • No anticipamos ni adivinar el futuro en negativo.
  • Refutar los pensamientos negativos y buscar alternativas en positivo de cada situación. Cualquier circunstancia puede verse en clave de problema o en clave de solución.
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