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La disfunción eréctil

27 de abril de 2015
Disfuncion erectil

La disfunción eréctil debe diferenciarse de otros problemas de la esfera sexual como son la falta de deseo, las alteraciones de la eyaculación (eyaculación prematura, eyaculación retrasada, ausencia de eyaculación) o los trastornos del orgasmo.

Los problemas de erección son comunes en los hombres adultos. De hecho, prácticamente todos los hombres experimentan una dificultad ocasional para lograr o mantener una erección, y en la mayoría de los casos, esa dificultad eréctil no afecta a la libido.

Aunque algunas veces se manifiesta como una afección temporal que desaparece sin tratamiento, habitualmente es un problema progresivo que además de dañar la autoestima del hombre, afecta a la salud física y psicosocial de la persona que la padece, con una repercusión importante en su calidad de vida y en su relación de pareja. En general, se considera que la disfunción eréctil es un problema cuando se tiene dificultad para lograr o mantener la erección en más del 25% de los encuentros sexuales.

Algunos datos epidemiológicos recientes sobre de la disfunción eréctil en varones adultos han revelado la existencia de una prevalencia e incidencia elevadas en todo el mundo. Si bien los estudios no ofrecen unos parámetros exactos en todas las investigaciones realizadas debido a circunstancias como diferencias en la metodología, grupos de edad y situación socioeconómica de las poblaciones estudiadas, el resultado de los mismos permite afirmar que afecta aproximadamente al 20% de los hombres.

Aunque es un problema que puede presentarse a cualquier etapa de la vida de un hombre, la frecuencia aumenta a partir de los 40 años, con un aumento brusco relacionado con la edad.

Los factores que provocan dificultades en la erección pueden tener una etiología orgánica o  psicológica. No obstante, en muchos pacientes con disfunción eréctil de origen orgánico se añade un componente psicológico que la agrava. Asimismo, hay impotencias primarias, que son aquellas que se manifiestan desde el inicio de una relación sexual, y otras secundarias, que son aquellas en la que después de un período de estar funcionando adecuadamente se empiezan a sufrir problemas de erección.

 

Las causas de la impotencia

La impotencia orgánica se produce por un trastorno del pene o de los mecanismos relacionados con la erección. Las causas  pueden ser múltiples: problemas vasculares, neurológicos, hormonales, y también un aspecto importante son las disfunciones debidas a la medicación o por el abuso excesivo de alcohol o tabaco; en algunos casos son asimismo consecuencia de algún tipo de cirugía.

Entre las causas psicológicas que provocan dificultades en la erección existe asimismo un amplio espectro de razones, si bien las más habituales son la ansiedad, el estrés, la depresión, el miedo al fracaso o a no conseguir una erección, las expectativas sexuales irreales que hacen del sexo una tarea en la que prevalece el rendimiento fisiológico sobre el placer sensual, la obsesión de complacer, problemas en la relación de pareja o sentimientos de duda y fracaso; otras causas están relacionadas con sentimientos ambivalentes en la sexualidad, sentimientos de culpa, situaciones conflictivas particulares o traumas emocionales.

 

La impotencia siempre puede ser tratada

Todos los tipos de impotencia –ya sean de causa orgánica o psicológica– tienen tratamiento, y en la mayoría de los casos los problemas de impotencia se pueden solucionar.

Inicialmente es aconsejable acudir al médico de cabecera o al urólogo para discriminar la causa de la disfunción eréctil y saber si los factores de la misma son orgánicos o psicológicos. Como pauta general, no obstante, se puede afirmar que si un hombre tiene erecciones y en el momento de la penetración la pierde, o también si hay erección durante la masturbación, o al inicio de las caricias, y luego la pierde, lo más probable es que exista una causa psicológica.

En cualquier caso, se debe gozar el sexo abandonándose a la experiencia erótica, otorgando primacía al placer sensual en lugar de exigir al otro o a uno mismo un rendimiento fisiológico. Tratar de complacer al compañero es algo positivo, pero la obsesión de complacer puede ocasionar emociones destructivas, siendo más importante el experimentar sensaciones y sentimientos de ternura y erotismo.

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