¿Está desgastada mi relación de pareja?
En el inicio de la relación amorosa, rebosamos energía y curiosidad, nos manifestamos activos, con ganas de agradar al otro y compartir con él todas las dimensiones de nuestra vida. En ese trabajo de querer gustar al otro, nos imponemos de buen grado vivir nuestra vida en función de la otra persona: deseamos resultar atractivos, nos esforzamos en que no se aburra en nuestra compañía, queremos compartir experiencias, aficiones, amigos.
Pero cuando la pareja se consolida y ha transcurrido un tiempo de mutua convivencia, a medida que pasa el tiempo empiezan los desencuentros, y muchas veces esos desencuentros se convierten en una dolorosa guerra. La falta de ilusión, comprensión o motivación dan lugar a la rutina y al aburrimiento. Cuando en un principio nos amoldábamos a los gustos del otro, ahora es frecuente que intentemos cambiar al otro para que se acomode a nuestros gustos. En no pocas parejas casadas, la prolongada convivencia se traduce en aburrimiento sexual, emocional e intelectual. Todo ello lleva a algunas parejas a dar por finalizado el amor y resignarse a continuar viviendo así, cuando no –en muchas ocasiones– poner término a la convivencia.
Como síntoma más característico, lo primero que se identifica es un problema de comunicación, aunque habitualmente los problemas de comunicación son en realidad problemas de relación. Y es que no pocas veces se confunde comunicar con hablar. La comunicación es algo mucho más amplio que hablar. Cuando estamos en silencio también nos comunicamos: hay silencios de enojo, de castigo, de amor, de ternura, de cansancio…
Sin embargo, la convivencia continuada no debe implicar resignación, ni tampoco se trata de aguantar y resistir. Vivir en pareja es aceptar que cometeremos errores, que habrá desacuerdos y también momentos de desencuentro. Lo realmente importante es nuestra capacidad para afrontar esas situaciones sin que ello repercuta en la estabilidad de la propia pareja.
El problema más habitual que nos encontramos en las consultas de psicología tiene un origen muy definido: en el fondo yo quiero que el otro piense, sienta y mire la realidad igual que yo, sin aceptar que se trata de dos identidades distintas.
Para que funcione satisfactoriamente una pareja estable, lo más importante es:
- Confianza y dependencia mutuas. Saberse que la otra persona está incondicionalmente a nuestro lado.
- La admiración y el respeto.
- La capacidad de comunicarse.
- Ser mutuamente honestos, entiendo como tal no quebrar los códigos o cosas que son sólo entre los dos, y que pueden ser sentidos como una poderosa infidelidad o deslealtad.
- Capacidad de pasar el tiempo juntos, si bien esto no significa que la pareja deba realizar todas las actividades diarias y de ocio de forma conjunta, renunciando ambos a desarrollar intereses propios en determinadas esferas.
- La intimidad sexual. Aunque la actividad sexual suele decrecer con el paso del tiempo, las parejas deben comprender que el factor más estrechamente vinculado con la felicidad conyugal es –junto con la comunicación general– la comunicación sexual.
A pesar de todo lo anterior, podemos afirmar, no obstante, que el mejor predictor de una relación de pareja satisfactoria es la capacidad de reírse juntos. El sentido del humor como bálsamo para enfrentar las dificultades, como modo de encarar la realidad cotidiana e instrumento para promover la tolerancia y mutua comprensión.