Controlar la conducta infantil
Uno de los retos más importantes a los que se enfrentan los padres es saber cómo manejar las conductas inadecuadas de sus hijos. Desobediencia, rabietas, discusiones, enfrentamientos, desafíos, agresividad… pueden resultar conductas muy perturbadoras que llegan a poner a los padres en situaciones difíciles.
Los padres tienen que dar respuestas a esas conductas inadecuadas más allá de su comprensión, tolerancia y resignación. Todos los expertos subrayan que controlar la conducta infantil es prevenir lo que con el tiempo puede llegar a suponer para el niño problemas y dificultades en su adaptación en el medio familiar, escolar y social, comprometiendo un desarrollo psicológico saludable.
En ocasiones los padres no son plenamente conscientes de que sus hijos no heredan buenos ni malos hábitos, sino que su conducta es el resultado del aprendizaje. El psicólogo Javier Urra, autor de «El pequeño dictador», asevera: "si tienes un niño pequeño que hace lo que quiere, que piensa que todos a su alrededor son unos satélites, que a los dos años no ayuda a recoger los juguetes, que jamás se pone en el lugar del otro, aprende que la vida es así (…). Si eso no se frena, cuando tiene 16 o 17 años se desborda…. y cuando la madre un día le dice no, no lo tolera. Lleva 17 años oyendo que sí a todo”.
La respuesta de los padres a las conductas inadecuadas constituye uno de los ejes fundamentales de la educación infantil. Ciertamente, el “manual definitivo de la crianza” no existe. Cada niño y cada edad constituyen realidades diferentes, y por consiguiente no se puede establecer una estrategia de eficacia universal para dar respuesta a la diversidad de situaciones a las que los padres se tienen que enfrentar. No obstante, las investigaciones y los estudios sobre comportamiento infantil suelen coincidir en las pautas generales que sirven para propiciar conductas adecuadas de los hijos:
- Afianzar un buen vínculo afectivo: Cuando nos enfrentamos a problemas de conducta comunes en el niño, un buen predictor de la poca incidencia de conductas inadecuadas es el haber establecido un buen vínculo afectivo con sus padres. El vínculo de apego es la base desde la que se construye la autoridad de los padres. Mantener un buen vínculo afectivo, dedicar tiempo suficiente a estar juntos en edades tempranas, acompañar al niño en sus experiencias y descubrimientos, jugar con él, mostrar sensibilidad hacia sus sentimientos, prestar atención a sus actos y ejercer el control sobre ellos cuando sea necesario son algunas de las estrategias más eficaces para corregir los problemas de conducta en el niño y evitar que se establezca un vínculo relacional coercitivo con los hijos en el momento de que nos sea preciso corregir conductas inadecuadas.
- Subrayar las conductas deseadas e indeseadas: Tan importante es prestar atención cuando el niño se comporta de forma adecuada y reforzarle por ello, como retirar la atención cuando el comportamiento sea negativo.
- Establecer límites: Es fundamental instaurar desde la primera infancia unos hábitos adecuados y establecer unos límites precisos. Al niño se le facilita la comprensión y aceptación de una norma cuando existen rituales o patrones de comportamiento. Si el niño sabe que hay una hora para acostarse, no se deben hacer excepciones en ninguna circunstancia de la vida normal.
- Precisar con claridad las instrucciones: El niño debe saber exactamente qué le pedimos cuando se le imparte una instrucción. Si le decimos “pórtate bien”, no le estamos indicando de forma clara y precisa lo que pretendemos. Es más conveniente concretar la demanda en una situación concreta. Por ejemplo, si nos disponemos a cruzar de acera, un mensaje inequívoco es “se cruza cuando el semáforo esté de color verde”.
- Minimizar las órdenes negativas: Es más efectivo expresar al niño lo que debe hacer que lo que no debe hacer. Por ejemplo: es más conveniente decirle “habla bajito” en lugar de “no chilles”.
- Mantener la coherencia: Cuando se corrige un comportamiento, debe hacerse siempre que ese comportamiento se manifieste, no de forma aleatoria o dependiendo de la ocasión en que se produzca. Asimismo, tiene que haber coherencia entre lo que se le exige al niño y lo que él observa en su entorno más inmediato. No sería correcto desaprobar una conducta que contempla de forma habitual en su familia.
- Acompañar la demanda con una explicación breve: Facilitar una explicación sencilla y breve proporciona al niño valores de conducta que utilizará como referente en su comportamiento posterior. Por ejemplo, podemos decirle: “Si pegas a tu amiguito, se pondrá triste y no querrá jugar más contigo”.
- Consenso: Es necesario que todos los miembros de la familia o con responsabilidad sobre el niño apliquen las mismas pautas sobre su comportamiento. Padres, hermanos, abuelos, deben actuar de igual modo al consentir o no permitir las mismas acciones.
- Constancia: Es básico ser constante en la aplicación de cualquier estrategia que quiera establecer, modificar o eliminar conductas en los niños.
En psicólogos Ana Hurtado de Mendoza podemos evaluar e intervenir en conductas infantiles para mejorar la convivencia familiar, social y educativa de niños y adolescentes.