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Cómo controlar las rabietas infantiles

24 de enero de 2017
Como controlar las rabietas infantiles

Que las rabietas constituyan un elemento del desarrollo socio-afectivo del niño no significa que los padres/educadores se deban mostrar pasivos ante las mismas y permitir que el niño exprese descontroladamente sus emociones. Cuando el niño experimenta que una conducta ya no le resulta útil para sus fines, es mucho menos probable que reitere esa conducta. Es así como la educación constituye el factor fundamental para influir sobre las rabietas en cuanto a modular la frecuencia e intensidad de las mismas. Regular las emociones y controlar el comportamiento son habilidades que se desarrollan lentamente a lo largo del tiempo durante la niñez. Como cualquier otra destreza, los hijos necesitan aprenderla y practicarla.

Las estrategias que mejor resultado proporcionan para controlar las rabietas infantiles son:

  • Aceptación. Los padres deben aceptar que es natural que su hijo pequeño tenga ocasionalmente rabietas, pero, al mismo tiempo, deben transmitir al niño de una forma absolutamente clara y rotunda lo que está permitido y lo que no está permitido hacer.
  • Conservar la calma. Es importante que los padres mantengan el control y no se dejen llevar por los impulsos. Por eso, ante una rabieta se debe eludir discutir con el hijo o contestarle con gritos. Hablar con calma, claridad y firmeza, no con enojo, culpa, críticas severas, amenazas ni palabras hirientes. Es fundamental no participar en la rabieta y hacerle entender al niño que sólo será escuchado si se calma.
  • Anticipación: Es algunas ocasiones será posible prevenir la rabieta. Y para ello conviene anticiparse ante aquellas situaciones que pueden desencadenar un episodio de esa naturaleza, identificando las situaciones de riesgo y adoptado una actitud proactiva. Por ejemplo: si el niño ha tenido anteriormente una rabieta cuando nos ha acompañado al centro comercial porque desea algo que encuentra allí (una mascota, subirse a una atracción mecánica…) es conveniente dejar las cosas claras antes de entrar. Al mismo tiempo, se puede poner en práctica conductas positivas, como encargarle que colabore con nosotros en la compra y coloque los productos en el carro.
  • Mantener la autoridad. El niño tiene que recibir un mensaje firme de que la rabieta no le ayuda en su frustración, no le libra de una obligación ni modifica la manera de pensar de sus padres con respecto a algo. Es importante dejar claro que con la rabieta no conseguirá obtener el objeto que persigue; para ello, las explicaciones deben ser cortas y precisas.
  • Formular soluciones alternativas. En determinadas situaciones podremos eludir una rabieta sirviéndonos de una estrategia de soluciones alternativas, proporcionando al niño la posibilidad de elegir entre dos opciones. Si se le pregunta «¿qué quieres de postre?», el niño pude responder con algo que no le conviene en ese momento o que le puede sentar mal; en cambio, si se le da elegir únicamente entre dos opciones, ambas válidas, podremos controlar mejor la situación. Preguntando «¿quieres un plátano o prefieres un yogur?», se le cierran las opciones posibles y evitaremos llegar a una situación en la que nos veamos en la necesidad de decirle «no».
  • Respetar su actitud de enfado y esperar que se tranquilice. En ocasiones no existe más alternativa que dejar que el niño se desahogue, aunque siempre se les debe manifestar con claridad que una rabieta es una conducta inadecuada, sin que importen las razones desencadenantes de la misma, ni la compasión que el niño despierte en los padres. Se le puede hacer saber que reconocemos y respetamos su enfado «ya veo que estás muy enfadado; lo siento, pero ahora no es el momento de jugar. Cuando te calmes te atiendo». Y se le deja en su enfado, no prestarle na atención singular ni insistiéndole en que deje de llorar.
  • Pasar página. Una vez que la rabieta ha pasado y el niño se tranquiliza los padres no deben prolongar ante el niño una expresión del malestar que posiblemente les ha causado su mal comportamiento. Igualmente, es conveniente no hablar de la rabieta una vez terminada.

 

En el gabinete de psicólogos Ana Hurtado de Mendoza, somos expertos en psicología infantil y juvenil.

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