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¿Estamos condenados a mantener relaciones fugaces?

03 de noviembre de 2023
Estamos condenados a relaciones fugaces

Vivimos en una época adicta a la emotividad instantánea en la que resulta difícil establecer relaciones perdurables.

Hay una poderosa dimensión sociocultural que proyecta los estereotipos del amor romántico, lo que condiciona nuestra percepción de la realidad y nuestras aspiraciones vitales en las relaciones de pareja: encontrar un ser absolutamente complementario, con afinidades en todo, valores sincronizados, erotismo y sensualidad desbordantes, sexo mágico que nos sublime el ego.

Esta imagen idealizada de las relaciones afectivas con un canon de parejas completamente perfectas y que llevan una perpetua existencia emocionalmente intensa que se nos transmite constantemente a través de redes sociales y de los medios de comunicación, funciona como mandato, generando expectativas desmesuradas que se sitúan fuera de la realidad.

El imperativo social de la felicidad nos persuade de que la felicidad se consigue a través del placer y nos hace creer que la comodidad es fundamental para el bienestar. Antes que nada se valoran y fomentan por medio de todos los códigos y lenguajes las emociones intensas positivas. Pero, al mismo tiempo, tiene que ser algo inmediato y urgente, cegados por una mirada excesivamente cortoplacista. Esta actitud excluye el compromiso, hace insoportable la mínima insatisfacción y deroga todo objetivo que no tenga fecha de caducidad inminente. Lo único significativo es el inaplazable presente.

Queremos que la realidad se adapte constantemente a nuestros deseos y expectativas. Cuando estas expectativas mágicas se desmoronan, cuando la rebosante energía y la curiosidad primera del amor recién estrenado decaen, nos vence el abatimiento y la desilusión. En el momento que se deja de percibir a la pareja como ese ser que cuanto dice, piensa o hace nos parece encantador y memorable, nos invade una sensación de fracaso.

Esta idealización del amor nos lleva a estar inmersos en una encrucijada que dificulta las relaciones duraderas. «Las ideas puramente románticas –expresa el psicólogo clínico Frank Tallis– son dañinas porque generan falsas expectativas que conducen, irremediablemente, a la decepción». Se descubre entonces que las expectativas y la realidad no se acoplan y ello nos lleva a la frustración.

Con el tiempo es normal que en una relación surjan discrepancias y conflictos. Una mala gestión de las expectativas y la falta de capacidad para manejar esos conflictos nos conducen a la ruptura de la relación y a recomenzar una nueva en una incesante búsqueda de que se cumplan nuestras expectativas vitales y emocionales.

Parece que nos hemos olvidado de que las relaciones requieren tiempo, esfuerzo y compromiso. Y que la pretensión de ser siempre jóvenes, guapos y enamorados es una distorsión de la realidad. Es importante aprender a asumir la complejidad de las relaciones, aprender a manejar los conflictos y problemas, a darnos tiempo para construir una relación verdadera y duradera. Necesitamos reestructurar nuestro sistema de creencias y desactivar expectativas irreales.

Ana Hurtado de Mendoza y Soto
Psicóloga, CL-01537

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